lunes, 30 de mayo de 2022

Peligro entre las flores

 Con la llegada de la primavera las flores nos muestran todo su esplendor. Atractivos encantos para todos esos insectos polinizadores que tan serviciales se muestran en su tarea recolectora de polen. Entre los más típicos, las abejas solitarias que compaginan la construcción de su nido con la provisión del mismo. Sin embargo, con cierta frecuencia, las flores pueden representar un verdadero peligro para estos huéspedes. Ocultas entre las flores, las arañas de la familia Thomisidae acechan la llegada de cualquier intruso. Esta familia de arañas, más conocidas como arañas cangrejo, presentan un gran tamaño de los pares de patas primero y segundo y una peculiar capacidad para desplazarse lateralmente. No construyen telas sino que cazan a sus presas al acecho. Con anterioridad hemos hecho referencia en alguna ocasión a esta familia de arañas.

Una incauta y confiada abeja ha sido presa de una araña cangrejo imposible de clasificar para mi, aunque es posible que se trate de alguna especie del género Misumena


jueves, 17 de junio de 2021

¿Daños colaterales?

 Hace más de un año que no publicábamos nada en este blog por culpa del protagonista de la entrada anterior. Pero va siendo el momento de seguir publicando algunas de nuestras curiosas observaciones con respecto a ese fascinante mundo bichil que nos rodea. Debo admitir que el mundo avícola no me fascina especialmente; supongo que será porque me recuerda un poco al nuestro por aquello de nuestra curiosa propuesta de clasificación de los seres vivos y la famosa definición de Sócrates por la cual el ser humano es un bípedo implume; si bien, el ingenioso Diógenes de Sinope cuando se lo oyó contar al gran discípulo del anterior, Platón, desplumando un pollo y soltándolo en la Academia de Atenas, exclamó: "¡Te he traído un hombre!", por lo que hunbo que añadir a la definición anteriorla apreciación de "con uñas planas". 

Pero dejando a un lado nuestras reminiscencias taxonómicas, debo reconocer que los plumíferos, en concreto las palomas, no me entusiasman. Su desquiciante presencia en la Plaza de San Marcos de Venecia resulta absolutamente agobiante.


Pero no es de esas pesadas palomas de las que queremos hablar.

La reciente aparición de una pareja de palomas torcaces (Columba palumbus, Linneo 1758) arrullándose en el árbol frente a mi terraza, hacía presagiar una historia interesante.

El que empezaran a construir un nido, prometía aún más.

Y que, finalmente, durante una natural ausencia de la más que presumible futura mamá, aparecieran unos huevos, empezaba a dar a esta historia un futuro interesante.

Con abnegada paciencia y constante perseverancia, pudimos llegar a observar en algún momento que ambos progenitores se turnaban en el cuidado del nido. No sabemos si eso es lo habitual dado que sólo pudimos observarlo en una ocasión y la ausencia de dimorfismo sexual en esta especie es notoria.

Finalmente, alrededor de unos diecisiete días tras la constatación de la existencia de los huevos, aparecieron en la historia dos nuevos personajes: unos pichones más feos que, nunca mejor dicho, la madre que los parió.


Estos simpáticos y feúchos animalejos, inspiraban, pese a todo, un cierto candor que se fue perdiendo en la medida que se iban haciendo cada vez más demandantes del necesario sustento para ellos y agotador para la madre que tiene que generar en su buche una sustancia con la que alimentarlos y que se denomina leche de paloma. Ver "amamantar" a los ávidos polluelos continuamente los iba haciendo menos entrañables.

Y eso era tan sólo en su primera semana de existencia.

Pero, de repente, algo sucedió que alteró el curso de los acontecimientos. Un inesperado vendaval provocó una respuesta de la Naturaleza que supuso un prematuro y único vuelo de los ávidos polluelos al quebrar una de las ramas donde se sustentaba el nido. El desastre resultó evidente. Una llamada a los bomberos de un vecino hizo el resto; pero puedo asegurar que no fueron los bomberos los responsables del natural desastre que sobrevino. No podemos, por esta vez, culpar al ser humano de unos daños colaterales como consecuencia de su intervención.

Una curiosidad respecto a su nombre etimológico Columba palumbus: del latín, columba significa paloma y palumbus torcaz que viene a su vez del latín torques, collar. De este modo Linneo le dio el nombre en latín de paloma de collar. Sin embargo, el actual término en nuestro idioma de paloma procede de palumbus, lo que parece indicar que ya en tiempos de los romanos las torcaces eran más abundantes que las bravías (Columba livia) de las que proceden las palomas domésticas.

sábado, 9 de mayo de 2020

"Puto bicho"

El inicio de la pandemia de COVID-19 me pilló durante el proceso de revisión de un libro que he escrito en el que se recogen historias de bichos. El libro comienza así:
"El diccionario de la Real Academia Española (RAE) de la lengua define la palabra bicho como una forma despectiva de referirse a un animal. Otros significados de la palabra hacen referencia a una “persona aviesa, de malas intenciones” e, incluso, en el argot taurino, al sufrido toro de lidia. En femenino, bicha, es una forma coloquial en determinadas regiones de denominar a las culebras u otros ofidios. Pero, en ningún caso, la palabra bicho hace referencia al sentido cariñoso que le damos y reivindicamos nosotros, similar al de la película homónima Bichos: una aventura en miniatura (John Lasseter y Andrew Stanton, 1998)."
Me he estado planteando añadir una apreciación nueva: puto bicho, en referencia al SARS-CoV-2 causante de la enfermedad COVID-19. Pero no encaja de ninguna manera. Para empezar, los virus quedan fuera de la clasificación de los seres vivos y tienen su clasificación propia habiéndose propuesto el dominio informal Acytota (acelular) para meterlos ahí. Ni siquiera podríamos denominarlos protobichos, término que en mi libro reservamos a los integrantes del reino Protista y que técnicamente también se encuentran fuera del reino Animalia.
La verdad es que, no obstante lo anterior, a mí me resulta más fácil explicarle a los pacientes que se encuentran o se pueden encontrar infectados por el "puto bicho" que decirles que están infectados por el SARS-CoV-2 (severe acute respiratory syndrome coronavirus 2) que causa la COVID-19 (Coronavirus Disease), nombre propuesto por la OMS y aceptado por la comunidad científica internacional que, traducido al español, sería enfermedad por coronavirus. Como ha habido varias, de ahí lo de 19 (de 2019). Y os recuerdo que enfermedad es un término femenino: la enfermedad. Si nos referimos a la enfermedad nos referimos a la COVID-19.


He aquí el aspecto de este "puto bicho" en una microfotografía electrónica, aunque resulte más bonita esta otra después de utilizar técnicas que requieren un procesamiento posterior por ordenador:


Sin embargo, no creo que se pueda hablar de bonito en algo que con bastante frecuencia causa una neumonía bilateral que, lamentablemente, mata a las personas.


Esta radiografía corresponde a un paciente mío con diagnóstico confirmado por PCR (Polymerase Chain Reaction; en español, reacción en cadena de la polimerasa) y que falleció en menos de 24 horas.
No, definitivamente no. Este "puto bicho" no puede tener cabida en mi libro que se titula El suicidio del abejorro y otras historias. Lo que si tiene cabida en él es el cambio de la dedicatoria. Originalmente iba a ser:

A la madre que me parió

Pero la he cambiado por esta otra:

A mi hermana Mari Mar, víctima de la COVID-19, in memoriam.
A la madre que nos parió a ambos

miércoles, 26 de junio de 2019

Primera Machaon

Tras un período de cierto abandono de este blog, retomamos nuestras observaciones con los entrañables bichos que nos rodean. Este año se está produciendo un cierto retraso en el avistamiento de mariposas, al menos por la zona en la que yo vivo. Sin embargo, la eclosión de la primera mariposa de su crisálida en el día de ayer, nos ha llenado de entusiasmo y optimismo. Tras haber pasado parte del otoño, el invierno y toda la primavera en su habitual letargo invernal, la primera generación de la mariposa Papilio machaon ya está en marcha. En tan solo un día, una anodina crisálida empezó a mostrar un oscurecimiento muy llamativo apreciándose el apunte de sus llamativas alas en su interior.
Una vez que surgió la mariposa, con delicadeza y sin manipulaciones de ningún tipo, fue depositada sobre la planta de ruda que la alimentó la temporada pasada durante su fase de oruga. Allí fue estirando sus alas y dejando que estas se secaran para, al final, cuando ella quiso, acabar volando en libertad.



Ahora confiemos en que las exhuberantes rudas atraigan y acojan para la puesta a hembras de macaón fertilizadas para nuevas e interesantes observaciones.

jueves, 11 de agosto de 2016

Cochinillas

Ruda es una fuente inagotable de observaciones cuando menos curiosas. Observar como algunas de sus ramas se poblaban de algo blanquecino despertó nuestra curiosidad. La cochinilla algodonosa había procedido a colonizarla por contigüidad con otra planta completamente afectada.


La cochinilla algodonosa (Planococcus citri) es un hemíptero fitófago poco selectivo, por lo que ataca buen número de plantas, si bien es su presencia en plantaciones de cítricos e invernaderos donde puede causar importantes daños desde un punto de vista económico.


Los agrupamientos de estas cochinillas se recubren de abundantes secreciones céreas de aspecto blanquecino que atraen a las hormigas.


Es un buen ejemplo de simbiosis ya que, de esta manera, las hormigas protegen a este hemíptero de los innumerables enemigos que tiene, entre ellos, las avispas parasitoides y, por supuesto, Cryptolaemus montrouzieri, un coleóptero de la familia de las mariquitas (Coccinellidae).
El dimorfismo sexual está bien diferenciado por cuanto que los machos son alados, si bien nosotros no hemos podido llegar a observar ninguno. Hubiera resultado interesante ya que hemos podido averiguar que la hembra de esta especie puede copular con dos machos al mismo tiempo.


Una exhaustiva limpieza manual de la ruda, junto a la eliminación de la planta próxima que provocó su colonización, ha permitido evitar una verdadera plaga, pues aunque quedan algunos cuantos ejemplares pastoreados por hormigas, no parece que ruda sea una planta agradable de colonizar para las cochinillas.

miércoles, 27 de julio de 2016

Visitantes inesperados

La adquisición de una planta de ruda para la terraza de casa nos ha deparado una interesante sorpresa a la vuelta de las vacaciones. Aunque la finalidad de la planta fuese esa, sinceramente, no esperábamos que ocurriese. La presencia de unas pequeñas oruguitas de la mariposa Papilio machaon nos alegraron enormemente. Mientras completan su ya avanzado ciclo vital, que publicaremos en Mundo de Insectos, otro visitante inesperado nos ha permitido una buena sesión fotográfica. Se trata de una pequeña araña a la que ya hemos hecho referencia anteriormente: probablemente Misumena vatia.


Su presencia entre nosotros duró menos de lo esperado, presumiblemente, porque debió percatarse que la ruda no era un buen territorio para cazar incautos insectos que acuden a las ya marchitas flores de la planta.


Una característica de esta araña cangrejo (familia Thomisidae) es la capacidad de cambiar de color del blanco al amarillo y viceversa, para conseguir un mejor mimetismo con las flores de la planta en la que se ubique, si bien para ello tarda unos días en hacerlo.


El breve espacio de tiempo con nosotros no nos permitió poder ilustrar este interesante ejemplo de homocromía. Una curiosidad, el cambio de color del blanco al amarillo tarda más días que a la inversa.

miércoles, 20 de julio de 2016

Juan Salvador Gaviota

La única ley es la que guía a la libertad
 Richard Bach, Juan Salvador Gaviota, 1970.

Las gaviotas son aves a las que estamos bastante acostumbrados en zonas costeras donde han impuesto su presencia e incluso desplazado a otras especies por su enorme capacidad de colonización y agresividad. La mayoría de especies de gaviotas pertenecen al género Larus. El ejemplar de la foto es la inconfundible gaviota patiamarilla (Laurus michahellis) propia de nuestro Mediterráneo.


Dos cosas me han llamado siempre la atención de las gaviotas: su inicio del vuelo; y su capacidad de planear dejándose llevar por el viento.






Pero resulta inevitable hablar de gaviotas y no hacer referencia al libro Juan Salvador Gaviota (Richard Bach, 1970), una metáfora sobre la libertad y el afán de superación aunque, desde mi punto de vista, la gaviota no sea el animal más apropiado para ello.